lunes, 1 de abril de 2019

Introducción

Arquitectura Biodigital. Hacia un nuevo paradigma en la arquitectura contemporánea. Marcelo Fraile

“Esta vez, no pretendemos aprender sobre la naturaleza, sino aprender de la naturaleza…”.  Janine Benyus (2012, p. 13).

La rápida e intensiva evolución experimentada por las tecnologías digitales a finales del siglo XX ha traspasado diversos umbrales socioculturales, extendido su presencia a casi todos los ámbitos de nuestra existencia. La incorporación de lo digital ha transformado nuestros hábitos, ya sea en lo cotidiano o en lo laboral.
A comienzos del siglo xxi, y superados aparentemente los efectos de la industrialización, un nuevo mundo, ahora “digital”, parece haber nacido: un nuevo mundo que se presenta con importantes transformaciones en nuestros hábitos cotidianos y laborales. Un nuevo mundo, caracterizado por efectos de continuidad y rupturas, de centrifugación y destrucción, en el que nuevas teorías híbridas –entre lo biológico y lo tecnológico, entre lo cultural y lo técnico (Pardo, 2011)–, hacen su aparición bajo una estructura diferente, con nuevos logros pero también con nuevas amenazas. Son eslabones de una larga cadena que pareciera necesitar de leyes físico-matemáticas para explicar sus teorías; un nuevo modo de vida contemporáneo que ha generado entre los individuos sentimientos encontrados que oscilan entre una excesiva confianza en que estos cambios contribuirán a mejorar las condiciones de vida de las generaciones futuras, y un temor desmesurado, frente a la dependencia que estos sistemas nos generan. 
Dentro de este contexto pluralista, nuestro imaginario se ha desarrollado enormemente hacia lugares impensados; el arte, el diseño y la arquitectura misma no han quedado ajenos a estas circunstancias. En el campo específico del diseño, nuevas tecnologías y tecno-ciencias ofrecen hoy al arquitecto la posibilidad de curvar, torcer, plegar, y deformar el espacio dentro de la pantalla de la computadora (Bustos, 2006, p. 5-51), con lo que desafía las concepciones tradicionales del proyecto para posteriormente poder implementar estos cambios en la vida real.

Este libro, contiene cuatro cuestiones o ideas fundamentales que han delimitado esta investigación. 

El primero de estos, proyecto, es un término heredado del latín proiectus, y este, del verbo proicere, (pro, ‘hacia delante’; y iacere, ‘lanzar’), es decir “designio o pensamiento de ejecutar algo” (RAE, Asale, 2014), mirando hacia adelante: es un plan, una guía, una intención o propósito para realizar algo o alcanzar determinado objetivo. 
En el campo de la arquitectura, el concepto de proyecto hace alusión “…al dibujo más o menos detallado mediante el cual se representa la planta, el corte y alzada, o bien de la obra que se quiere erigir conforme a la intención de quien la va a ejecutar” (Quatremère De Quincy, 2007, pp. 218-220). En igual sentido, para el arquitecto Jorge Sarquis, el vocablo proyecto presenta relación con la palabra “… ‘conjetura’ o hipótesis, claramente indicada en la acción de proyectar, respecto de un funcionamiento futuro a verificar en la realidad” (2004, p. 42), esto es, una vez que la obra ha sido ejecutada.
Con un origen muy antiguo, la idea de proyecto, tiene su aparición durante el Renacimiento “…se afianza en el Iluminismo, se hace hegemónica y consciente a partir de las teorías de los primeros modernos y herramientas de la experimentación con la primera Bauhaus” (Sarquis, 2004, pp. 41-42). 
Como instrumento de progreso, el proyecto, se convierte “…en elemento fundamental para que la especie humana complete el proceso que la instituye” (Doberti, 2008, p. 215): su carácter predictivo permite planificar situaciones que toman como base las necesidades humanas. En su condición de mediador, se encuentra entre el sujeto y el objeto. Considerado en todas sus modalidades, “…tiene el mismo rango, el mismo valor identificatorio y primordial que tienen la Ciencia, el Arte y la Tecnología, [es decir] no puede subsumirse en ninguna de las otras posiciones, ni es una mezcla o combinación de ellas” (Doberti, 2008, p. 215).

El segundo término, morfogénesis, es utilizado en disciplinas tan disímiles como la cristalografía, el urbanismo o el arte; sin embargo, su origen está en el campo de la biología y se refiere a aquellos dispositivos subyacentes que se relacionan con las transformaciones o cambios que se producen en el desarrollo de las células y los tejidos (Cowin & Doty, 2007, p. 5 y ss.).Al igual que lo que sucedió con otras disciplinas, esta expresión fue incorporada al campo del diseño. Pero fue complementada con la palabra digital, porque en este ámbito “…se entiende como un conjunto de métodos que emplean los medios digitales no sólo como herramientas de representación para la visualización, sino como herramientas generativas para la derivación de la forma y su transformación” (Roudavski, 2009). Una relación indisoluble entre forma e idea; dos elementos que no pueden separarse en la obra (Doberti, 2008, p. 215).

El tercer término, paradigma, proviene del latín paradigma y este del griego παρaδειγμα, que a su vez tiene como raíz dos vocablos παρά (pará, ‘junto’) y δεῖγμα (deīgma, ‘ejemplo’) y se refiere a un modelo, un ejemplo o patrón.
De acuerdo con la definición del diccionario de la Real Academia Española, un paradigma es una “Teoría cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento; por ejemplo, en la ciencia, las leyes del movimiento y la gravitación de Newton o la teoría de la evolución de Darwin” (RAE, Asale, 2014).
Para el filósofo estadounidense Thomas Kuhn, los paradigmas son “realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica” (1962, p. 150). En este sentido, según Kuhn, estaríamos, en nuestra disciplina, en presencia de una “revolución científica”, donde la teoría existente referida a la arquitectura contemporánea, que encuentra sus raíces en la arquitectura racionalista de principios del siglo xx, se halla imposibilitada de explicar muchos de los fenómenos actuales; y, por lo tanto, se comienzan a observar excepciones o anomalías a dicha teoría: las categorías previamente establecidas son abandonadas, y dan paso al nacimiento de un nuevo paradigma (Kuhn, 1962, p. 150). 

Finalmente, el cuarto concepto, es génesis, proviene del latín, genĕsis, y este del griego γένεσις génesis, cuyo significado hace alusión al “origen o principio de algo”, a una “serie encadenada de hechos y de causas que conducen a un resultado” (RAE, Asale, 2014).

Extrapolando estos conceptos al campo específico de la arquitectura, este trabajo tratará de explicar cómo estos diferentes factores se “entrecruzan” y se transforman, desde un punto de vista “polisémico”, para considerar la génesis de un nuevo modelo de paradigma, bajo un proceso de desarrollo, una serie de “…fragmentos que, organizados y contrastados, intenta[rán] dar cuenta de una posible explicación, [para] construir un mapa, de la situación actual” (Giménez, Miras, & Valentino, 2011, p. 23), mapa que, como señala Zaera Polo, “…es una de las formas de producir conocimiento… Una cartografía no es sino un instrumento de polémica, siempre un panorama personal, nunca una descripción de la verdad absoluta. Y en este sentido, hacer mapas es la única manera de llegar a operar sobre un territorio” (1998, p. 308).

En consonancia con lo anterior, y bajo un enfoque analítico, este trabajo se enmarca entre los años 1988 y 2014: un recorte simplificado y acotado de la realidad, una mirada de entre las múltiples posibles. 
Se trata de un período de 26 años que hace foco en los sucesos u obras desarrolladas en el marco de exposiciones internacionales de arquitectura que han ofrecido visiones en momentos específicos. Para este análisis se toma como comienzo el año 1988, en consonancia con la exposición Deconstructivist Architecture, realizada en el MoMA de Nueva York, y cierra en 2014, juntamente con la Bienal de Arquitectura de Venecia, Fundamentals, una exposición que buscaba investigar el “…estado actual de la arquitectura, e imaginar su futuro” (Quintal, 2014). Un análisis crítico de la arquitectura que en palabras de Rem Koolhaas, busca develar las condiciones de desarrollo “…los talentos individuales, las amistades personales, trayectorias aleatorias y desarrollos tecnológicos, [de] las arquitecturas que antes eran específicas y locales [y que ahora] se han hecho intercambiables y globales” (2013). 
Ahora bien, en este contexto, para Marina Waisman, la observación y el análisis de un tema contemporáneo, presente, “…está referido al diario acontecer de la arquitectura; a la identificación de nuevas ideas, a la valoración e interpretación de nuevas obras o propuestas, al descubrimiento de nuevas tendencias, contribuye[ndo], con su reflexión, a la toma de conciencia de situaciones” (1993, p. 30). Observadores de una realidad, que nos posibilite “…descubrir en ella hechos arquitectónicos interesantes y llamar la atención del espectador sobre ellos, suspendiendo momentáneamente el juicio, hasta tanto sea posible construir nuevos parámetros capaces de develar la estructura significativa de los nuevos fenómenos” (Waisman, 1993, p. 30). 
Ya que como menciona Giorgio Agamben, “La contemporaneidad se inscribe en el presente y lo marca, ante todo, como arcaico, y sólo quien percibe en lo más moderno y reciente los indicios y las marcas de lo arcaico puede ser contemporáneo”, pues su origen no es solo un pasado cronológico, “…él es contemporáneo al devenir histórico y no cesa de actuar en éste, de la misma manera que el embrión sigue actuando en los tejidos del organismo maduro y el niño en la vida psíquica del adulto”[1].
Son colecciones que enfatizaron la importancia y características de ciertos edificios. Claro está, sería un poco arriesgado pensar en escribir la historia de la arquitectura contemporánea desde el punto de vista de las exposiciones. Sin embargo, lo cierto es que sería difícil poder explicar muchas de las características de la arquitectura contemporánea sin hacer referencia a dichas muestras, que contribuyeron a reunir, divulgar, y proclamar las nuevas tendencias en la arquitectura y su evolución. 
Para algunos autores, las ideas propuestas en la exposición Deconstructivist Architecture, de 1988, constituyen el precedente histórico más inmediato de la arquitectura producida con herramientas digitales (Novak, 1991, p. 219). 
Teóricos de la talla de Luis Fernández Galiano (1999, pp. 17-23), Lluís Ortega (2009, pp. 7-13) o Dennis Dollens (2002, p. 22-29-31), entre otros, sitúan el comienzo de las anomalías entre 1989 y 1997. Lo cierto es que, con la introducción, en 1989, de tecnología CAM [2] en la obra de la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona por los arquitectos Jordi Bonet y Antoni Caminal y con la inauguración del Museo Guggenheim de Bilbao en 1997, proyectado por el arquitecto canadiense Frank Ghery, se abriría una nueva etapa en el modo de hacer arquitectura. Utilizando CATIA, un software de última generación creado por la empresa Dassault Systems para el diseño y la fabricación de automóviles y aviones de caza, Frank Ghery se convertía en el primer arquitecto que, mediante la utilización de la tecnología digital, había hecho posible la construcción de un edificio formalmente complejo.
Casi inmediatamente, los principales estudios de arquitectura del mundo incluían entre sus recursos un sinfín de herramientas digitales de segunda generación como medios de expresión creativa y gestoras de diseño. 
Sin embargo, no existe un momento exacto, ni un hecho puntual aislado, ni son hechos acumulativos los que generaran esta crisis. En realidad, siguiendo el concepto de paradigma de Kuhn, se trata de “… un proceso intrínsecamente revolucionario que rara vez lleva a cabo una sola persona y nunca de la noche a la mañana” (1962, p. 65). 
Basados en nuevos métodos de pensamiento, el “efecto Guggenheim” (2005, p. 5), como lo llamó Helio Piñón, produjo un impacto con la aparición de novedosas formas y contenidos. Una arquitectura con protocolos codificados que se materializan a través de nuevas tecnologías, al igual que una arquitectura de cuatro dimensiones: un mundo virtual de formas reducidas a bits. “Las nuevas ciencias de la complejidad – fractales, dinámicas no-lineales, la nueva cosmología, los sistemas auto-organizables” (Jencks, 2004) provocaron un cambio de perspectiva en la arquitectura del nuevo milenio. Algo inconcebible hace apenas veinte años y que ahora se encuentra al alcance de un clic de ratón. 
Nada sería igual desde entonces. El edificio realizado por Gehry para el Museo Guggenheim marcó un antes y un después en la arquitectura contemporánea, un punto de inflexión que cambió la concavidad de la curva: el reemplazo del modelo analógico por el modelo digital, que conduciría indefectiblemente hacia el modelo biológico digital.
Se iniciaba con esto un universo de nuevos planteos que desafían las concepciones tradicionales del diseño, lo que dio lugar a una arquitectura con una expresión espacial germinal, fluida, en continuo proceso de cambio y de transformación hasta su concreción física final. Se trata de una arquitectura de modelos digitales producidas a través de una amplia gama de herramientas tecnológicas: modelos paramétricos, algoritmos genéticos, tecnologías CAD/CAM, que permiten optimizar los recursos de un modo lógico, más allá de la construcción gráfica o del discurso exclusivamente conceptual. Esto revela el impacto que el empleo de los procesos digitales tiene en la práctica del arquitecto contemporáneo.
En ejemplos tales como en el proyecto de la Casa Embriológica (Proyecto 1999-2001) de Greg Lynn, o la Biblioteca Nacional Checa (Proyecto 2006) de Vincent Callebaut, se ha generado una búsqueda de resultados cada vez más eficientes y funcionales a los estímulos del medio. La arquitectura se ha transformado en un objeto de múltiples capas; y en el nuevo modo de proyectación, la materia se ha convertido en información binaria, definida a través de representaciones tridimensionales.
Los diseñadores que trabajan con modelos digitales, generan protoformas, con distintos layers de información superpuestas: las formas geométricas son creadas a través de procesos lógicos y matemáticos que tienden a la abstracción y son interpretados a la luz de la razón (Montaner, 1997, p. 7), mediante tecnologías que las transforman continuamente “en tiempo real”.
En este marco, emerge un nuevo modo de trabajo intelectual, bajo una mecánica de “… investigación colaborativa, [un] aprendizaje por equipos, [y] estudios comparativos [de] interacción entre disciplinas” (Rugarcía, 1996), que hace indispensable un razonamiento en conjunto, para generar nuevas ideas, resolver preguntas complejas, explorar distintos temas y descubrir soluciones innovadoras que nos conducen hacia nuevos modos de ver, hacer y pensar.
Desde este punto de vista, la interdisciplina quizás sea una de las ideas que más ha hecho progresar a la ciencia en los últimos 50 años, al romper el propio aislamiento que la disciplina produce y permitir la articulación de saberes tan disímiles como la matemática, la biología, la arquitectura o la ingeniería.
En este contexto, como resulta evidente, la arquitectura contemporánea [3] no se encuentra exenta de nuevos planteos: ve cuestionada su especificidad, adoptando teorías y saberes de diversos campos. Esto permite que arquitectos, diseñadores, artistas, biólogos y genetistas se embarquen en una investigación sobre posibles formas de concebir, interpretar, visualizar y materializar arquitectura.
El resultado es un diseño automático de “continua diferenciación” que apela a distintos conocimientos para llegar a una simbiosis disciplinar, pudiendo así generar formas geométricas complejas a partir de parámetros capaces de modificarse y relacionarse en el tiempo.
Estamos en presencia de una nueva forma de concebir el proyecto arquitectónico, ahora bajo una mirada denominada paramétrica, donde el proceso y la generación formal se encuentran teñidos por una búsqueda de optimización, de acuerdo con modelos de perfomance (Leach, 2009, p. 32 y ss.). Algo que Thomas Kuhn denomina el nacimiento de un “nuevo paradigma” (1962), que da lugar a un nuevo lenguaje arquitectónico que abandona la estructura mecanicista para sumergirse y vincularse con la biología. Las formas son el resultado de la interacción con el entorno, con el ambiente, al igual que en los seres vivos. Una arquitectura con “ciclo de innovación adaptativa, reformando la disciplina y adaptándose al entorno arquitectónico” (Schumacher, 2008).

A partir de estos supuestos, y haciendo énfasis en los procesos de diseño basados en la morfogénesis digital, este trabajo pretende analizar el proceso de ruptura del viejo paradigma y propone la hipótesis de que uno nuevo, con base en lo “bio-lógico” y lo “tecno-lógico” está surgiendo; un nuevo paradigma que caracteriza el modo de comprender la arquitectura. Este presupuesto aún hoy, tal como lo señala James Stelle ( 2001, p. 5 y ss.), no tiene estudios profundos y consistentes. Es por esto, que el trabajo se propone, a través del estudio de ciertos casos, relevar el peso de lo biológico y de lo digital en la práctica del arquitecto contemporáneo, tema de creciente interés y de aproximaciones que parecieran inagotables.
Dentro de la situación contemporánea, donde los límites disciplinares parecieran ser difusos y los cambios globales profundos, algunos afirman que la morfogénesis digital es la nueva vanguardia arquitectónica; otros, que es una moda formalista pasajera que en muy poco tiempo será olvidada. Hasta qué punto constituye dicho marco un nuevo paradigma es aún un tema sometido a debate. ¿“Revolución científica” o “anomalía”? (Ortega Calvo, 2004, p. 5 y ss.). Esta dicotomía presenta un campo abierto que será objeto de esta investigación cuyos límites y consecuencias son impredecibles.

[1] Agamben, Giorgio, Contemporaneidad: ¿Qué es lo contemporáneo? *Este texto, inédito en español, fue leído en el curso de Filosofía Teorética que se llevó a cabo en la Facultad de Artes y Diseño de Venecia entre 2006 y 2007. Traducción: Verónica Nájera.
[2] Computer Aided Manufacturing (CAM). Fabricación asistida por computadora.
[3] A modo ampliatorio, para este trabajo, y dentro del marco teórico considerado, entendemos la arquitectura contemporánea como aquella arquitectura producida a nivel mundial a partir de la década de los años ochenta, que encuentra sus raíces en la arquitectura racionalista de principios del siglo xx. 
Una arquitectura que Hans Ibelings circunscribe a lo que llama “Supermodernismo”, una de cuyas características es el modo a través del cual el usuario se relaciona con los lugares y el espacio: espacios vacíos controlados, espacios contenedores seguros encerrados dentro de una cáscara flexible. Una arquitectura pluralista, heterogénea, resultado de un proceso generalizado de globalización, con importantes avances tecnológicos y un uso racional de nuevos materiales, capaces de generar una nueva expresión estético-espacial.
Su condición de contemporánea, hace alusión también a lo que, para Giorgio Agamben, es su relación singular con el propio tiempo: “…se adhiere a él pero, a la vez, toma distancia de éste; más específicamente, es esa relación con el tiempo [al que adhiere] a través de un desfase y un anacronismo” Agamben, Giorgio, Contemporaneidad: ¿Qué es lo contemporáneo? *Este texto, inédito en español, fue leído en el curso de Filosofía Teorética que se llevó a cabo en la Facultad de Artes y Diseño de Venecia entre 2006 y 2007. Traducción: Verónica Nájera.



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